Sin expectativas de crecimiento, la inversión privada seguirá disminuyendo en el país

Víctor Barrera 

Recientemente se dieron a conocer dos indicadores importantes para la economía mexicana, el primero es el Índice de Confianza del Consumidor (ICC), que en  el mes de diciembre cayó un punto, por lo que el optimismo con el cual de gasto en el mes de noviembre y que se debió principalmente al programa del “Buen Fin”, no alcanzo para que el consumidor mantuviera el optimismo para el fin de año, a pesar que  el titular del ejecutivo ha manifestado en varias ocasiones que lo “peor de la crisis ya pasó”. 

Esto significa que el consumidor mexicano ha reaccionado ante la posibilidad de que la pandemia del covir-19 se mantenga durante todo el 2021 y que la sombra del desempleo y la pérdida del poder adquisitivo sigan rondando en la economía familiar. 

 Estos datos se conjuntan con la percepción que tiene de la economía mexicana los que invierten sus capitales bajo ciertas condiciones del gobierno.  

De tal manera que el indicador de Inversión Fija Bruta (IFB), que presenta el Inegi cayó en el mes de 17.4 por ciento. Este indicador, permite ver cuánto se gasta en maquinaria y equipo, y en construcción de infraestructura para las actividades productivas cada mes refleja la situación real del país. 

En estos datos, poco interesan los discursos triunfalistas del gobierno federal, porque los inversionistas son más pragmáticos y si no encuentran las condiciones para poder recuperar de manera pronta sus capitales con una ganancia, estos recursos se contraen y por consecuencia, la creación de empleos también. 

Los resultados más recientes fue una caída de esta IFB, debido a la forma contradictoria del gobierno federal respecto al trato que tiene con la incoativa privada. 

En el discurso el propio Andrés Manuel López Obrador acepta, con cierto pesar, que la inversión pública no es suficiente por sí sola para impulsar el crecimiento y que es necesaria la participación del capital privado.  

Y a pesar de que ello, en el terreno de la realidad hay un evidente desprecio por los empresarios y por lo tanto por su participación en diversas aéreas económicas del país.  

El rechazo más evidente se da en el terreno de los energéticos, donde incluso violan las leyes con descaro preocupante, también en las medidas tomadas desde antes del arranque del sexenio, de los efectos de la pandemia y de la lenta recuperación que tendrá la economía mexicana. 

Desde antes de iniciar esta administración, desde esos días en que se anunciaba la cancelación de la construcción del aeropuerto de Texcoco, la inversión inició una caída sostenida que sólo fue interrumpida por el derrumbe en la compra de maquinaria y equipo, nacional e importado y en la construcción, que provocó el inicio de la epidemia en México.  

México ha sufrido, como el resto del mundo, la aparición del virus covid-19. La diferencia radica en la forma en la cual se ha enfrentado, es decir cómo se han manejado las estrategias sanitaria y económica desde el principio, las cuales han sido un verdadero fracaso. 

La ausencia de medidas de autoridad para obligar a la adopción de medidas sanitarias y la ausencia de programas de respaldo a los agentes económicos agravó la profundidad de la caída.  

Los datos del IFB son impresionantes, no se compra maquinaria porque no existe la confianza en una pronta recuperación de la economía. 

Si existe un momento donde el gobierno federal debe generar confianza entre los inversionistas privados para que se animen a arriesgar sus capitales, es este. Sin embargo, solo persiste  el mismo discurso gubernamental donde los malos son los dueños de los capitales que van en contra del pueblo sabio, donde los “conservadores” están en contra del gobierno actual y esto impide el crecimiento económico, donde la culpa la tiene los gobiernos anteriores y no el actual que lamentablemente no quiere asumir sus responsabilidades. 

Es el momento de cambiar no solo el discurso sino las acciones y respaldar a quienes arriesgan sus capitales para crear empleos, Debemos resaltar que no se pide de condene sus deudas o se olviden de pagar sus impuestos, sino que exista una política económica capaz de apoyar al sector empresarial paraque exista la certeza de que México sigue siendo un país para invertir. 

Un nivel bajo de inversión solo crea desempleo, salarios bajos y por supuesto un círculo vicioso de inseguridad, lo que provoca una disminución en la dinámica económica y por consecuencia poco crecimiento económico y desarrollo del país. 

Esperemos que el gobierno federal recapacite o el 2021 y el 2022 serán otros años con resultados negativos para las familias mexicanas.

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